Bereshit 21:2 – La concepción y el parto de Sarah

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BERESHIT 21:2 – LA CONCEPCIÓN Y EL PARTO DE SARAH

La concepción y el parto de Sarah/Sara fue algo milagroso que, como vimos en el comentario anterior, fue gracias al obrar de יהוה.


Bereshit/Génesis 21:2 – Y Sarah concibió y engendró un hijo para Ab’Raham, en su ancianidad, en la solemnidad, según la palabra de Elohim.


LA CONCEPCIÓN Y EL PARTO DE SARAH

Dos milagros abrumadores están contenidos en estas primeras y pocas palabras del verso 2: “Y Sarah/Sara concibió y engendró un hijo…”. El primero es la concepción de Sarah/Sara. Recordemos que estamos hablando de una mujer estéril, a la que le había cesado la costumbre de las mujeres y de noventa años de edad. Así que, en efecto, que nuestra matriarca se quedara embarazada fue un milagro. De esto, no cabe la menor duda. Sin embargo, el segundo milagro fue engendrar un varón, el parto de Sarah.

Sin lugar a dudas, a día de hoy este embarazo estaría catalogo como un embarazo de riesgo. Podría haber serias complicaciones tanto para la salud de la madre como para la del bebé. Y esto, tanto en la gestación como en el propio parto. No obstante, el embarazo llegó a término, no se produjo un aborto; luego, Sarah/Sara parió, con todo el esfuerzo descomunal que supone para una mujer, y más si enfatizamos sus noventa años; además, la madre y el bebé estaban bien, ninguno murió en el proceso, como ocurrió, por ejemplo, en el caso de Rahel/Raquel, la esposa de Yaaqob/Jacob (Bereshit/Génesis 35:17-19); y por último, el bebé fue un varón, tal y como había prometido el Eterno. De modo que, todo esto es lo que resume el propio texto mediante la frase: Sarah/Sara concibió y engendró un hijo.

Pero, ¿cómo fue posible que ocurriese? ¿Qué factor intervino? Bueno, sin duda y primeramente, tal y como hemos visto, fue la obra de יהוה en Sarah/Sara. Sin Él no hubiera sido posible. Ya que, en el estado natural de Sarah/Sara, ella no podía tener hijos, y fue יהוה quien llevó a cabo lo que para Sarah/Sara era imposible. Así también, para nosotros es imposible adquirir un nuevo corazón, es imposible guardar los mandamientos, es imposible agradar a יהוה. Por eso, como hacia el apóstol, nosotros también podemos dar gracias al Santo, bendito sea, por Yehoshúa/Jesús nuestro Mesías (Romanos 7:25). Pues, gracias a él somos libres de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2).

Ahora bien, además del indiscutible protagonismo del Eterno, hubo otro ingrediente presente en esta ecuación: la fe. Así lo dice el autor de la epístola llamada “A los hebreos”:


Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. (Hebreos 11:11, RV1960).


De modo que, Sarah/Sara recibió fuerza para concebir, y dio a luz fuera de la edad, porque creyó en la fidelidad de יהוה. Y esa misma fe en la fidelidad del Eterno a su Palabra, a sus promesas, es la que nos otorga fuerzas para lo inconcebible. Y es que Su plan, desde la perspectiva humana, reviste de tanta imposibilidad, como la concepción y el parto de nuestra matriarca. Por ello es que debemos mirar a la que nos dio a luz (Yesha’Yah/Isaías 51:2) y seguir su ejemplo, para que en los tiempos difíciles, cuando parezca que todo acabó y toda esperanza haya muerto, digamos como el profeta:


Con todo, yo me alegraré en יהוה, y me gozaré en el Dios de mi salvación. (Habaquq/Habacuc 3:18, BTX3).


Pues al final, así como nació Yitzhaq/Isaac y trajo gran alegría a sus padres, también nació Yehoshúa/Jesús el Mesías y trajo gran dicha a nuestro pueblo (Lucas 1:14, 41-55; 2:10, 20, 27-32). Y un día, cuando él regrese para reinar, y todos los enemigos sean puestos por estrado de sus pies, esa alegría será plena, pues ya no habrá más llanto, ni dolor (Apocalipsis 21:4).

UN HIJO PARA AB’RAHAM

Y este hijo, al que dio a luz Sarah/Sara, como no podía ser de otra manera, era para Ab’Raham/Abraham, pues יהוה se lo había prometido. Y es que si Sarah/Sara tuvo el regalo de la maternidad, Ab’Raham/Abraham tuvo el de la paternidad. Pero, esta paternidad no ha de ser entendida bajo los parámetros de nuestra sociedad actual, ni siquiera bajo los parámetros de su propia época, puesto que él ya era padre (unos 14 años antes había nacido Yishma’El/Ismael). La paternidad de Ab’Raham/Abraham ha de enmarcarse dentro del ámbito de la promesa de יהוה. Es decir, el Eterno le había prometido un hijo a Ab’Raham/Abraham y esa palabra se estaba cumpliendo en el hijo que Sarah/Sara le estaba dando, lo cual, implicaba la veracidad y continuidad de todo lo que יהוה le había dicho hasta ese momento.

A este respecto, es interesante tener en cuenta que, la palabra hebrea para hijo, ben (בן), procede de la misma raíz que banah (בנה), que significa construir o edificar. Por tanto, la palabra hijo se asocia con la palabra edificador, siendo que, bajo la concepción hebrea, el hijo no sólo es aquel que es engendrado, sino aquel que continua construyendo, o edificando, lo que comenzó su padre. Así que, además de un hijo biológico, Sarah/Sara engendró un edificador para Ab’Raham/Abraham, aquel que iba a continuar lo que Ab’Raham/Abraham había empezado que, según palabras del Eterno, fue encargar a sus hijos y a su casa a guardar el camino de יהוה (Bereshit/Génesis 18:19). Así que, un hijo para Ab’Raham/Abraham significaba la continuidad de esta obra.

De igual modo, nosotros, como hijos de Ab’Raham/Abraham, también somos edificadores de lo que nuestro patriarca empezó. Somos, o debemos ser, continuadores de su obra, e igual que hizo él, también nosotros debemos encargar a nuestros hijos y a nuestra casa a guardar el camino del Eterno. Ese es nuestro papel como padres y madres, o como abuelos y abuelas para quienes tienen nietas y/o nietos, que formamos parte de Yishra’El/Israel. Y así nos lo ordenó nuestro Dios en su bendita Torah, la instrucción de יהוה para el bien de nuestro pueblo:


Guárdate a ti mismo, y guarda mucho tu alma. No olvides las cosas que vieron tus ojos, ni se aparten de tu corazón en todos los días de tu vida. Las enseñarás a tus hijos y a los hijos de tus hijos. (Devarim/Deuteronomio 4:9, BTX3. Énfasis añadido.)


Ahora bien, Yitzhaq/Isaac no era el único que iba a continuar con algo. También el Eterno confirmaría su pacto con Yitzhaq/Isaac, prosiguiendo así lo que había comenzado con nuestro patriarca. Pues, como dice el texto, en Yitzhaq/Isaac le sería llamada simiente (Bereshit/Génesis 21:12). Siendo Yitzhaq/Isaac, en esto también, una sombra de la simiente, la cual es el Mesías. Pues, Yehoshúa/Jesús, en tanto que Hijo del Santo, bendito sea, también es edificador de Su casa, la cual somos su pueblo (Hebreos 3:6).

A su vez, él es también la principal piedra del ángulo reprobada por los edificadores (o hijos del reino, Hechos 4:11), pero escogida y preciosa, y el que creyere en él, no será avergonzado (1 Pedro 2:6). Y es sobre él, y sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, que debemos seguir edificando a Su pueblo. Ya que, cualquier otro fundamento es arena en la que sólo edifican los necios, y cuando viene la tempestad, su ruina llega a ser grande.

Bienvenido al origen.

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